jueves, 5 de agosto de 2010

EL HOMBRE DE LA MULTITUD


El hombre de la multitud, publicado originalmente en 1840, constituye un valioso testimonio acerca del espíritu que animaba la vida en las metrópolis del siglo XIX. A lo largo de sus páginas, Poe describe con vívida intensidad los pulsos y contradicciones que marcaron el nacimiento de la moderna ciudad industrial –de la cual es heredera nuestra propia ciudad contemporánea-, retrato que completan de manera magistral las ilustraciones de Londres realizadas por Gustave Doré y que hoy acompañan el texto.

Vale la pena recordar que, si intentaramos hacer una arqueología de la figura del flaneur, encontraríamos en esta 'pintura en movimiento' que nos hereda Poe su piedra de tope, ya que fue precisamente este cuento el que motivó parte del trabajo poético de Baudelaire, que luego utilizaría Walter Benjamin para darle forma a ese vagabundo urbano de deriva consciente, figura urbana/moderna por excelencia.

NEONOMADAS Y NOVELA CONTEMPORANEA

“El neonómada vectorial en 4 años a bordo de mí mismo de Eduardo Zalamea Borda”

MARIO MENDOZA

“Mascaró el cazador americano”

HAROLDO CONTI

“El hombre de la multitud”

EDAGR ALLAN POE

“Wakefield”

NATHANIEL NAWTHORNE

“La tercera orilla del río”

JOAO GUIMARAES ROSA

“Un fragmento de vida”

ARTHUR HACHEN

“La ciudad Interior”

FREDY TELLEZ

ESPACIOS LISOS Y ESPACIOS ESTRIADOS


Un segundo referente para relacionar hipertexto, literatura y ciudad, son las nociones de espacio “liso” y espacio “estriado” que nos proponen Deleuze y Guattari (1998). Según estos autores, el espacio puede ser definido como estriado o liso a partir de la manera como se subordinan las líneas o trayectos a los puntos. En el espacio estriado son las líneas las que están subordinadas a los puntos, en el espacio liso en cambio, los puntos están subordinados al trayecto. En el espacio liso la línea provoca el punto, es decir, el recorrido que se realiza no depende de las referencias, como en el caso de los trayectos por el desierto o por el mar, sino que varían de acuerdo con factores más o menos azarosos. En el espacio estriado los trayectos están perfectamente referenciados e incluso medidos y calculados. El espacio estriado por excelencia es la ciudad occidental, cuya base de diseño es la cuadrícula.

Sin embargo Delueze y Guattari nos advierten que los espacios no solamente se definen por esa relación entre líneas y puntos, sino también por la “manera” como se recorren esos espacios. Es posible entonces recorrer “estriadamente” el mar o el desierto, en la medida en que quien lo hace cuenta con referencias y trayectos predeterminados, dados por la ubicación en grados de longitud y latitud por ejemplo. De la misma manera, es posible entonces recorrer “lisamente” un espacio tan cuadriculado como la ciudad. Es el caso del vagabundo citadino que no tiene a dónde ir y recorre las calles al azar, sin ningún objetivo determinado y liberado de las referencias cotidianas con las que manipulamos los espacios para un beneficio práctico.

Esta segunda posibilidad de definición de los espacios da lugar a percepciones inesperadas. En el caso de los espacios estriados, ya sean entendidos como espacios delimitados rigurosamente o espacios recorridos estriadamente, la percepción de la realidad se contrapone a la que se deriva de los espacios lisos, en los cuales se accede a la realidad a través de intuiciones y facultades sensoriales, en lugar de cálculos o planos previamente determinados. Los espacios estriados están dominados por la rutina, la secuencia y la causalidad. El espacio liso, en cambio, se define dinámicamente en función de la transformación. Y, en la medida en que el hipertexto constituye un espacio para la improvisación y el descubrimiento, donde los usuarios pueden seguir múltiples líneas de asociación o causalidad, en lugar de tener que seguir las prescripciones de una lógica exclusiva, esta nueva forma de enunciación se acerca mucho más a la imagen de un espacio liso. La vinculación entre hipertexto y espacio liso, hace que Moulthrop exprese su entusiasmo:

Así pues, puede que el hipertexto y los hipermedios representen la expresión del rizoma en el espacio social de la escritura. Si es así, podrían muy bien pertenecer a nuestros sueños de una nueva cultura. Podría resultar interesante, sobre todo si se quieren formular radicales reivindicaciones sociales, argumentar que el hipertexto proporciona un laboratorio o lugar de origen para una alternativa nómada de estructura lisa al espacio discursivo de finales del capitalismo.

Sitio web de la imagen: http://en.wikipedia.org/wiki/File:Menger-Schwamm-farbig.png

A LA DERIVA / NEONOMADAS URBANOS


La idea de relacionar hipertexto, literatura y ciudad, nació de lo expuesto por Jean Clement en su artículo: “El hipertexto: una enunciación pionera”. Clément plantea allí que, desde el punto de vista comunicativo, el hipertexto constituye una expresión muy singular que requiere por eso de una reformulación retórica para promover, como valor agregado frente a otras formas tradicionales de comunicación, lo que le es más propio y específico: un pensamiento divagante y un recorrido azaroso del texto por parte del lector. Acudiendo a Michel de Certeau, Clement propone comparar la “lectura” del hipertexto con el recorrido que hace un caminante por el espacio urbano de la ciudad, expuesto a la vez a la seguridad de un mapa y al riesgo de la desorientación. Según Clement, similarmente el hipertexto exige del lector una especie de riesgo que algunas veces intenta ser allanado utilizando una guía o mapa. Pero tanto en el caso del hipertexto como en el del espacio urbano, no se trata solamente de seguir las indicaciones de las calles o la guía de navegación: en cada cruce —del hipertexto o de la ciudad—; es el peatón —o el lector— quien decide qué dirección seguirá, dando un rodeo o tomando un atajo. Y lo que lo estimula a girar a la izquierda o a la derecha es “la alquimia que se establece entre los humores del paseante y los ambientes de la ciudad”. Recorrer un hipertexto es entonces “ir a la deriva”.

De otro lado, la literatura parece anticipar esta manera de recorrer territorios y de leer textos. Cierta tradición literaria estructura historias y crea personajes que transitan la ciudad moderna de esa manera azarosa e intuitiva, y descubren en su trasegar, verdades insospechadas. Es lo que llama el escritor colombiano Mario Mendoza “los neonomádas urbanos”, personajes vagabundos y callejeros.

Sitio web de la imagen: theviejio.wordpress.com